I. Introducción

Recientemente, la mayoría de bancos que habían comercializado participaciones preferentes entre sus clientes, han empezado a realizar ofertas para recomprarlas o canjearlas por acciones de la propia sociedad. La mayoría de bancos han vendido esta iniciativa como una opción para que sus clientes puedan hacer líquidos unos instrumentos financieros que no lo son. Pero veamos cuales son las características de estos instrumentos y el verdadero interés de los bancos en canjearlos.

II. Descripción de las participaciones preferentes

Las participaciones preferentes son emisiones de deuda que realizan las entidades financieras o empresas, con una fecha de vencimiento a muy largo plazo o incluso perpetuas. Esto produce que las mismas sólo puedan ser negociadas en un mercado secundario, por ejemplo el AIAF en España, siempre y cuando haya una contraparte dispuesta a comprarlas.

A priori, estos productos financieros resultaban muy atractivos para los inversores por la alta rentabilidad de los mismos. Mientras que un depósito a plazo fijo rentaba un 2% o 3% a lo sumo, estos productos llegaron a alcanzar rentabilidades del 7% que eran abonadas trimestralmente, siempre y cuando la sociedad emisora tuviera beneficios suficientes para repartir.

En cuanto a su liquidez, durante la época de bonanza no surgieron problemas puesto que siempre había gente dispuesta a negociar participaciones en los mercados secundarios, pero la situación cambió con la llegada de la crisis.

La mayoría de las personas que adquirieron estas participaciones no estaban realmente informados de las condiciones y pensaron que contrataban depósitos. De hecho, a pesar de superar la mayoría de inversores el denominado test MIFID  de conveniencia, no tenían conocimientos financieros suficientes para contratar estos productos. Recordemos que el test MIFID calificaba a los clientes que lo realizaban, en función de su mayor o menor conocimiento financiero, en los siguientes grupos: Minorista (menor), profesional o contraparte elegible (mayor).

Para la banca estos productos eran una forma rápida de conseguir fondos para reforzar su capital o Tier 1 (capital, reservas y preferentes), hasta que las reformas producidas a raíz de las nuevas normas contables (denominadas BASILEA III), cambiaron la calificación de éstos instrumentos que dejaron de formar parte del capital para convertirse en deuda. Por otra parte, la Agencia Bancaria Europea (EBA) ya ha advertido que el “core capital”(es decir, el colchón de capital), mínimo debe ser superior al 8% a partir de 2013. Esto implica que la suma de acciones y fondos disponibles de los bancos en ese momento deben equivaler al 8% del conjunto de activos.

BASILEA III supuso un torpedo en la línea de flotación de muchas entidades a las que no ha quedado más remedio que iniciar el canje de las participaciones preferentes por acciones de la sociedad, en la mayoría de los casos para reforzar directamente el capital, o recomprarlas a precios muy inferiores al nominal que las mismas tenían en el momento de su contratación, produciendo grandes perdidas a sus clientes.

Como hemos explicado anteriormente, los clientes sólo pueden negociar estos instrumentos en el mercado secundario. En cambio, la banca tiene la opción de recomprar estos instrumentos una vez hayan pasado 5 años desde su emisión, al precio que las mismas tengan en ese mercado. Es decir, si en el mercado secundario cotizan un 50% por debajo del nominal, el cliente perderá automáticamente un 50% de su inversión.

III. Conclusión

Tras observar la evolución de estos productos financieros, podemos concluir que dada su complejidad debían haber sido restringidos a clientes con un conocimiento amplio del sector financiero y no para los calificados como minoristas en los test MIFID. Entre estos últimos existen multitud de jubilados completamente ajenos a este sector que han visto como los vaivenes de la crisis han convertido un producto que ellos consideraban seguro en un producto sin liquidez que finalmente los ha convertido en accionistas de bancos, en la mayoría de los casos, contra su voluntad.  Este nuevo escenario plantea dos alternativas a los tenedores de estos instrumentos financieros:

a)     Optar por quedarse con ellos y arriesgarse, en primer lugar, a no encontrar comprador en el mercado secundario y por consiguiente a no obtener liquidez,  en segundo lugar a que transcurridos 5 años desde la fecha de emisión la entidad pudiera amortizarlos de manera anticipada al precio que fijase el mercado secundario, y por último a que la entidad no pudiera pagar el cupón por falta de beneficios como está ocurriendo con algunas entidades en este momento.

b)     Por otra parte si acuden a la oferta de canje de las entidades tienen que aceptar lo que éstas ofrecen sin ninguna posibilidad de negociar las condiciones ni los precios, siendo estos últimos más altos que el de la cotización en bolsa y en consecuencia teniendo los tenedores una minusvalía latente desde el momento inicial.

Para más información contacte con:

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30-03-2012